En este artículo exploraremos qué es el mundo interior, cómo se forman nuestras partes y de qué manera podemos aprender a reconocerlas y gestionarlas para mejorar nuestra relación con nosotros mismos y con los demás en nuestro día a día.
De la misma manera que vivimos en un "mundo externo" donde interactuamos en diferentes ámbitos—laboral, familiar, social, académico, etc.—y desempeñamos distintos roles, dentro de nosotros también existe un "mundo interior".
Me gusta pensar en este mundo como "una pequeña familia" que convive dentro de nosotros. Cada una de sus partes influye en cómo pensamos, sentimos y actuamos en los distintos contextos de nuestra vida y en nuestras relaciones con los demás. Existe, por lo tanto, una relación bidireccional entre nuestro mundo interior y el exterior, donde ambos se influyen mutuamente.
Podemos imaginar nuestro mundo interior como una colección de matrioshkas, esas muñecas rusas que contienen versiones más pequeñas de sí mismas en su interior. La muñeca más grande sería nuestra versión adulta, la más consciente, que tiene la capacidad de observar y comprender a todas las demás. Sin embargo, dentro de ella habitan otras partes que han ido surgiendo a lo largo de nuestra vida.
Algunas de estas partes se formaron en la infancia o en momentos difíciles y quedaron "congeladas en el tiempo". En muchos casos, siguen creyendo que deben protegernos de experiencias que ocurrieron en el pasado. Estas son nuestras "partes heridas", aquellas que nacieron como respuesta a situaciones de dolor, rechazo, trauma, abuso o críticas excesivas.
Así, nuestra estructura interna es como una serie de capas: dentro de la versión adulta conviven partes más jóvenes, algunas llenas de sabiduría y fortaleza, y otras cargadas de miedos o creencias limitantes. El desafío está en reconocerlas y aprender a convivir con ellas en armonía.
Si has visto la película Inside Out (Del Revés), recordarás que la protagonista, Riley, experimenta sus emociones dependiendo de quién está al mando del control (ira, miedo, tristeza, etc.). Algo similar ocurre con nuestras partes internas.
Idealmente, nuestro "Yo Central" es quien lleva el control de nuestra vida, pero en ciertos momentos, nuestras partes pueden tomar el mando y guiar nuestras reacciones.
A lo largo del día, es común escuchar "voces internas" que nos guían y protegen. Estas voces representan nuestras diferentes partes internas y pueden haberse originado por distintas experiencias de nuestra historia. Algunos ejemplos pueden ser:
Parte YOGUI: Fomenta el autocuidado. "Descansa, hoy ya has hecho suficiente", "Te vendría bien un paseo o leer un rato".
Parte COACH: Actúa como motivadora. "Confía en ti, esto también pasará", "Puedes con esto, ya superaste situaciones similares".
Parte CRÍTICA: Puede encarnar a un profesor o padre exigente. "Nunca haces nada bien", "Si no lo vas a hacer perfecto, no vale la pena intentarlo".
Parte MIEDOSA: Como una guardiana en alerta. "Mejor ni lo intentes, podría salir mal", "Recuerda que somos frágiles y podemos rompernos".
Cada persona tiene su propia historia, por lo que una misma parte puede haber surgido por razones distintas en cada uno de nosotros. Dos ejemplos comunes son:
Parte CRÍTICA: Puede haberse originado en la infancia debido a constantes correcciones o figuras de autoridad exigentes. Su intención es protegernos del juicio de los demás, pero su tono severo genera inseguridad y malestar.
Parte MIEDOSA: Puede haber surgido de experiencias de rechazo o vergüenza en la infancia o adolescencia. Su objetivo es evitar que vivamos experiencias que puedan hacernos daño, ya sea físico o emocional.
Para empezar a explorar tus partes internas, te propongo un ejercicio sencillo:
Dedica cinco minutos al día a escuchar tu diálogo interno.
Puedes hacerlo con los ojos cerrados o abiertos.
Lleva toda la atención hacia tu interior y pregúntate: "¿Puedo identificar si alguna parte está activada en este momento?"
En terapia, utilizamos ejercicios como este o visualizaciones guiadas para ayudarte a establecer un diálogo con tus partes. Para encontrar visualizaciones guiadas, puedes dirigirte al apartado de "Recursos" en la web.
En la sociedad actual, estamos acostumbrados a respuestas inmediatas y a llenar cada instante con estímulos externos. Esto puede hacer que detenernos a escuchar nuestro mundo interior se sienta extraño o incómodo.
Si en estos cinco minutos no identificas nada, no significa que no tengas partes internas, sino que tal vez estás desconectado de ellas. Algunas personas desarrollan esta desconexión como mecanismo de protección. En estos casos, en terapia comenzamos identificando señales físicas o emocionales de incomodidad como mensajes de nuestras partes internas.
A continuación, te pongo algunos ejemplos de estas señales:
Resistencia a recibir ayuda. Puede ser una parte que aprendió a ser autosuficiente para evitar sentirse vulnerable.
Incomodidad con ciertas personas. Tal vez una parte recuerda una experiencia negativa con alguien similar en el pasado.
Nerviosismo con ciertos temas. Por ejemplo, si hablar de dinero te incomoda, puede ser porque creciste en un ambiente donde era tabú o generaba discusiones.
Dificultad para tomar decisiones. Puede indicar un conflicto entre partes internas.
Emociones repentinas sin una razón clara como ansiedad, tristeza o irritabilidad.
Cuando interactuamos con otras personas, nuestras partes internas pueden activarse rápidamente, llevándonos a reaccionar de formas que pueden parecer desproporcionadas.
Imagina que ves en Instagram que tu mejor amiga, que te dijo que no iba a salir, publicó fotos con otros amigos. Al día siguiente, le preguntas: "Vi que al final saliste y no me dijiste nada". Ella responde: "No fue nada planeado, surgió en el momento".
Si una parte herida tuya se activa, podrías reaccionar diciendo: "Siempre me dejas de lado, parece que no te importo". Esta reacción podría activar en ella una parte defensiva, haciendo que responda: "¡Uf, siempre te lo tomas todo a lo personal!". Así, en lugar de una conversación racional, el diálogo se convierte en un choque entre partes heridas.
Si conocemos nuestras partes, podemos detenernos en estos momentos y preguntarnos: "¿Desde qué parte estoy respondiendo?" y "¿Realmente es tan grave o hay algo más profundo detrás de mi reacción?".
En terapia, trabajamos para:
Identificar nuestras partes internas.
Conocer la historia de cada parte: cuándo y por qué se formó.
Establecer un diálogo con ellas para comprender sus funciones y necesidades.
Desarrollar herramientas para reconocer cuándo una parte toma el control.
Procesar los eventos traumáticos que pueden haber originado que naciera una de tus partes con técnicas como EMDR.
Aprender a integrar nuestras partes y convivir con ellas en armonía.
El objetivo no es eliminar ninguna parte, sino reconocerlas, darles espacio y aprender a vivir con ellas de manera equilibrada.
¿Te animas a explorar tu mundo interior?
Si sientes que no puedes identificar o controlar tus partes internas, o si te resulta difícil comprenderlas y establecer un diálogo con ellas, recuerda que no estás solo en este proceso. En terapia, podemos trabajar juntos para explorar tus partes, integrar sus mensajes y ayudarte a encontrar equilibrio y armonía. Si deseas profundizar en este trabajo o mejorar tu bienestar emocional y mental, no dudes en contactar conmigo.
Bibliografía:
Earley, J. (2009). La terapia del self. Editorial Eleftheria.
Schwartz, R. C. (2021). No hay partes malas. Editorial Eleftheria.
Schwartz, R. C. (2015). Introducción al modelo de los sistemas de la familia interna. Elefthería.
Carvalho, E.R (2012). Sanando la pandilla que vive adentro. Cómo el EMDR puede sanar nuestros roles internos. Ed. Creación independiente.
Moreno, P. (2018). Estados del yo: Una forma de regulación emocional. Revista Iberoamericana de Psicotraumatología y Disociación.