El Yoga Sensible al Trauma ofrece un espacio seguro para reconectar contigo desde la presencia, la elección y la amabilidad. En este artículo te cuento en qué consiste esta práctica y por qué puede ser una herramienta terapéutica complementaria.
El Yoga Sensible al Trauma (en adelante, YST) es un estilo de yoga creado por psicólogos y psiquiatras con el propósito de acompañar procesos de recuperación tras experiencias traumáticas o situaciones de alto estrés. No es una clase de yoga tradicional. No se trata de estirar más, adoptar posturas exigentes o de llegar a un resultado estético.
El YST es una forma de reconectar con el cuerpo desde la autocompasión, la presencia y la libertad de elección. Cada persona puede moverse —o no— según lo que necesite en cada momento. El objetivo de estas sesiones es ofrecer un espacio seguro, donde puedas conectar con lo que sientes y recuperar el vínculo con tu cuerpo.
Esta práctica nace de la idea de que el trauma se graba en el cuerpo, incluso cuando no hay recuerdos conscientes. Nuestro sistema nervioso —y con él, nuestro cuerpo— conserva la huella de lo vivido, aunque la mente lo haya olvidado o minimizado. De esta manera, a través del yoga, es posible conectar con lo que sientes y, desde ahí, explorar por qué te sientes de ese modo.
Trauma: más allá de lo que nos pasó
Antes de hablar de yoga, conviene revisar qué entendemos por trauma. A menudo pensamos que solo es traumático un evento extremo: una guerra, un accidente, un abuso. Sin embargo, el trauma no se define por lo que ocurrió, sino por cómo eso impacta en nosotros. Como señala Gabor Maté: “El trauma no es lo que te sucede, sino lo que ocurre dentro de ti como resultado de lo que te sucedió.”
Desde esta perspectiva, podemos distinguir entre:
El evento traumático, que se refiere a lo que ocurrió, como por ejemplo: un accidente de coche, una pérdida repentina, violencia doméstica, entre otras.
El trauma o herida emocional, que tiene que ver con cómo nuestro sistema emocional, corporal y nervioso respondieron en aquel momento.
En esta línea, muchas personas que han vivido abandono emocional, relaciones abusivas, pérdidas no elaboradas o situaciones de estrés prolongado pueden haber desarrollado síntomas relacionados con el evento traumático. Algunos de estos síntomas pueden ser: ansiedad, hiperactivación, fobias, desconexión del cuerpo, disociación, migrañas, insomnio o una sensación constante de no sentirse a salvo, ni en el propio cuerpo ni en el entorno, aunque no haya un peligro real en el presente.
Y aquí es donde el cuerpo juega un papel clave: la mente puede racionalizar lo vivido, pero el cuerpo sigue “contando la historia” a través de sus tensiones, bloqueos y/o síntomas.
En el abordaje del trauma se suele hablar de dos grandes caminos complementarios:
Uno comienza desde la mente: a través de la palabra, la reflexión, el lenguaje, el recuerdo.
El otro parte desde el cuerpo: mediante el movimiento, la respiración y la conciencia sensorial.
Algunas terapias se centran en el enfoque “de arriba hacia abajo” (de la mente al cuerpo), mientras que prácticas como el Yoga Sensible al Trauma trabajan “de abajo hacia arriba” (del cuerpo hacia la mente). A continuación, te describo sus principales diferencias:
De arriba hacia abajo: es el enfoque más conocido, que parte de la mente. Se trabaja con el pensamiento, el lenguaje, la memoria y la interpretación de los hechos. Es lo que ocurre en muchas psicoterapias tradicionales, donde se habla de lo vivido, se identifican patrones y sentido a la experiencia.
De abajo hacia arriba: es el enfoque que parte del cuerpo y el sistema nervioso. En lugar de analizar, se busca sentir. Se trabaja con la respiración, el movimiento, la sensación corporal y la presencia. Es especialmente útil cuando hay disociación, ansiedad física, somatización o dificultades para verbalizar lo vivido.
Pero no se trata de elegir entre un enfoque u otro. El YST puede ser una herramienta complementaria dentro de un proceso psicológico o terapéutico. Esta práctica permite al sistema nervioso aprender a autorregularse, recuperar la sensación de seguridad interna y reconstruir una relación de confianza con el cuerpo… porque muchas veces el cuerpo guarda memorias que la mente no logra expresar con palabras.
El yoga, en su esencia, es una práctica de presencia. Nos invita a volver una y otra vez al cuerpo, al movimiento consciente, a la respiración, al aquí y ahora. Y esto es precisamente lo que el trauma nos arrebata: la capacidad de estar presentes sin sentir peligro.
El Yoga Sensible al Trauma toma las herramientas del yoga tradicional (movimiento, respiración, observación interna, etc.) y las adapta para que resulten seguras y accesibles para quienes lo practican. El objetivo no es "hacer bien" una postura, sino aprender a habitar de nuevo el cuerpo sin miedo, sin juicio, con curiosidad y con amabilidad.
Las sesiones de YST tienen en cuenta los siguientes aspectos:
La persona facilitadora práctica junto a las personas participantes, en igualdad de condiciones.
Cada propuesta que hace la persona facilitadora es una oportunidad, no una obligación.
Se fomenta la elección personal de las personas participantes en cada momento.
El lenguaje que se utiliza es respetuoso, claro y no directivo.
La persona facilitadora no realiza contacto físico ni correcciones posturales.
El ritmo de la sesión se adapta a cada participante, sin presión.
Se consideran los posibles elementos que puedan actuar como activadores del trauma en quienes asisten a las sesiones.
Los 7 pilares del yoga Sensible al Trauma
Según el modelo desarrollado por María Macaya y la Fundación Radika, el YST se basa en siete principios fundamentales que guían tanto la práctica como la actitud de la persona que facilita las sesiones. A continuación, te presento una breve descripción de cada uno de ellos:
Cultivar la seguridad. Nada es posible sin un entorno seguro. Se cuidan todos los detalles: el espacio en el que se realiza la sesión, la luz, el lenguaje, las instrucciones y los ritmos, con el objetivo de minimizar cualquier amenaza percibida y permitir que el sistema nervioso se relaje.
Las opciones. Cuando arrastramos heridas emocionales del pasado, la sensación de poder elegir suele desaparecer. En el YST, todas las indicaciones son opcionales. Recuperar la capacidad de elegir es también recuperar el derecho a existir con autonomía.
Conciencia de los sentidos. Se da la oportunidad a observar las sensaciones internas y externas desde la curiosidad: el contacto con el suelo, la respiración, la temperatura, etc. Este tipo de atención interoceptiva ayuda a regresar al momento presente.
El sistema nervioso. Entender cómo funciona el sistema nervioso autónomo —y cómo se puede alterar tras un evento traumático — permite reconocer y nombrar lo que sentimos. El YST nos ayuda a pasar de la hiperactivación o la congelación a estados de mayor regulación.
Cultivar la presencia. Cuando hay trauma, el cuerpo tiende a vivir en pasado (reviviendo lo ocurrido) o en futuro (anticipando amenazar). El yoga nos ayuda a anclarnos en el aquí y ahora.
La autocompasión. Muchas personas que han vivido situaciones traumáticas se tratan con dureza. Aprender a escucharse con amabilidad, sin juicio ni exigencia, es un elemento clave del proceso.
La conexión auténtica. Las heridas emocionales tienden a aislarnos. El YST promueve la posibilidad de relacionarse desde la honestidad, el cuidado y el respeto, primero con uno/a mismo/a para luego poder extenderlo al entorno.
El Yoga Sensible al Trauma puede ser beneficioso para cualquier persona, especialmente para quienes han atravesado situaciones traumáticas, procesos de ansiedad, duelo, estrés crónico, enfermedad de larga duración, trastornos alimentarios, disociación o burnout, y/o para aquellas que simplemente sienten que se han alejado de su cuerpo y de su bienestar.
Importante: el YST no sustituye un proceso terapéutico, pero sí puede complementarlo. En ocasiones, para poder abordar las heridas del pasado, el cuerpo también necesita ser escuchado.
Volver al cuerpo puede ser un proceso difícil, especialmente si alguna vez fue un lugar desagradable en el que pudiste sentir dolor, miedo o desconexión. Pero también puede convertirse —a través de prácticas como el YST— en un camino hacia la integración, la seguridad y el autocuidado.
Como señala María Macaya, el YST nos ofrece una forma de habitarnos en el cuerpo sin necesidad de revivir el trauma. Desde ahí, se abre la posibilidad de que el sistema nervioso active su capacidad natural de autorregulación y sanación.
Es importante recordar que el cuerpo guarda memorias, pero también puede aprender a autorregularse. El YST nos da la opción de escuchar, sentir, elegir y, poco a poco, recuperar la confianza en nuestro cuerpo como un lugar habitable y seguro.
El trauma puede alejarnos del cuerpo, pero también es a través del cuerpo desde donde puede comenzar el proceso de reconexión.
Si te interesa esta práctica o deseas más información, puedes ponerte en contacto conmigo o seguirme en Instagram para conocer próximas propuestas.
Bibliografía
Macaya, M. (2024). Yoga sensible al trauma: Sanando desde el interior. Editorial Plataforma.
Van der Kolk, B. (2020). El cuerpo lleva la cuenta: Cerebro, mente y cuerpo en la superación del trauma. Editorial Eleftheria.
Maté, G.(2023). El mito de la normalidad: Trauma, enfermedad y sanación en una cultura tóxica. Editorial Tendencias.